Las películas de Michael Bay suelen ser rechazadas como parte del sistema de valores cinematográficos contemporáneos, acusadas, entre otras cosas, de superficialidad, de espectáculo visual carente de contenido, dirigido sólo a su explotación en el mercado. Así se ha pensado en particular la monstruosa serie de películas dedicadas a Transformers, los juguetes de Hasbro que han conocido diversas encarnaciones mediáticas a lo largo de los años hasta llegar a estas películas espectáculo total. Lo problemático de esta acusación, sea cierta o no, es que presupone que la superficialidad de un objeto dirigido al consumo carece de significado social, frente a la que se piensa como rica textura semántica de la obra artística. Continue reading