Al menos tres cosas vienen a la mente después de ver videos como este de Chuck Berry tras su muerte:
1. La impresionante sensación de ver una imagen del futuro encarnada en el pasado, el anuncio a finales de los años cincuenta de los cambios culturales que sobrevendrían en las décadas posteriores, cuando esos cambios en la cultura se aceleraron una vez más en el siglo XX hasta casi alcanzar el ritmo con que hoy los vivimos. Es inevitable pensar una vez más sobre la cultura pop como una forma de futurismo, conscientes de que hoy es mucho más difícil percibir el cambio como signo de un futuro mejor o, al menos, más interesante.
2. La sorprendente sensación de violenta entrada al centro de la cultura desde los márgenes sociales que se desprende de las extravagantes personalidades que definieron el primer rock & roll, de Berry a Little Richard, pasando por Jerry Lee Lewis o Gene Vincent. Perfilaron desde el primer momento la imagen de la estrella de pop problemática, pero también la llegada al primer plano de la cultura de imágenes hasta entonces impensables, ofreciendo una vía posible de desarrollo a quien quisiera imaginarse para sí una trayectoria similar desde los márgenes sociales hasta el centro cultural, uno de los grandes triunfos sociológicos del pop.
3. La constatación, perplejos, de que vemos morir a la primera generación que produjo un arte que nunca había existido hasta entonces: el rock, transformado en pop casi de inmediato. Son muchos los medios y prácticas artísticas que no existían hasta los años vividos por las distintas generaciones que hoy coexistimos, pero no deja de impresionar haber tenido acceso en vida a uno de los absolutos creadores de una forma cultural.
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