Tentempié: El pasado es un agujero en el que ponerse a cubierto

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Una visita a una librería madrileña nos ofrece como sorpresa —además del choque de encontrarse a el Gran Wyoming y a Pablo Iglesias como caras en portada de los libros destacados en la sección de historia (a Podemos, hay que decirlo, deberían estar pagándoles derechos la mitad de las editoriales españolas, entre libros con la palabra “casta” en el título y, sencillamente, libros sobre ellos)— la proliferación de colecciones dirigidas a la nostalgia de aquellos que se encuentran hoy en el segundo tramo de la treintena o en los primeros cuarenta. Libros que recuerdan el paso por EGB o por una beca Erasmus, e incluso libros de más largo aliento como “Pequeño Circo”, la historia oral del indie español que ha reunido Nando Cruz, forman parte de esta tendencia.

Lo curioso es que todos los fenómenos que parecen describir son totalmente discretos, una acumulación de rasgos efímeros de la cultura cotidiana de consumo dirigidos a disparar la memoria de un pasado que no tenía ninguna estructuración superior. Incluso en el caso de Nando Cruz, lo que acaba por destacar es la fragmentación inherente al voluntarista intento de definir una escena musical independiente en España. A diferencia de aquellos que en Gran Bretaña han visto en la recuperación de un pasado colectivo en el que el fenómeno de la música rave —entre otros— daba una arquitectura básica a la narración de su generación, parecería que en España el pasado común de esa generación se compone de fragmentos, sin ninguna articulación que les permita, como a los británicos, pensar políticamente su presente a través de las promesas de su pasado. Esta constatación al vuelo casi obliga a preguntarse si la actual constante preocupación por la memoria y el pasado de los otros, de las generaciones precedentes, la casi desaparecida que vivió la guerra y la demasiado presente que vivió e hizo la transición, es el resultado de esa falta total de un pasado significativo para toda una generación de españoles.

2 thoughts on “Tentempié: El pasado es un agujero en el que ponerse a cubierto

  1. Chulo, esto del tentempié. Hombre, lo que pasa con lo de escribir historia —me parece— es que el primer impulso es delimitar un espacio dentro del continuo histórico, y centrarse en lo diferencial. No creo que el problema esté sólo en las librerías españolas, ni que sea forzosamente un problema. Entre un libro sobre el 15-M y los *Ten days* de John Reed, la diferencia estriba en lo que va del 15-M a la revolución rusa, pero el gesto historiográfico viene a ser el mismo. Y luego es que lo otro —la narrativa generacional— también resulta problemático. Seguramente leíste el libro que publicó Iberoamericana hace un año o dos sobre los comics de la Transición, donde se pretendía imponer un relato a toda una generación de dibujantes, y desde el principio se veía que la cosa iba a terminar mal, en una fórmula cuyo resultado podía ser cualquier cosa y su contrario. Más lejos en el tiempo quedan narrativas generacionales que son todavía más insatisfactorias, sobre todo para los propios integrantes. Además, ¿me quieres decir que un libraco titulado *Cataluña y las otras Españas* no propone una «estructuración superior» de la memoria del pasado? Demasiado, creo yo. Maldita sea, si la cosa se pone así, me quedo con Wyoming.

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  2. En realidad la cuestión de las narrativas generacionales no era aquí una cuestión académica, sino simplemente de experiencia compartida y difundida a través de textos de crítica cultural, que era a donde apuntaban las referencias que citaba de pasada (lo de la sección de historia era puramente anecdótico). En cuanto a los discursos nacionalistas son, obviamente, narrativas, pero no necesariamente generacionales, sino que se extienden en el tiempo mucho más allá del tipo de relato a que quería referirme.

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